En la monogamia que conocemos de siempre, parece que si alguien te dice que quiere que mantengáis una exclusividad sexual y afectiva significa que “va en serio”.
De la misma manera entonces, se entiende que cuando una pareja está en una fase más inicial en la que cada cual “puede hacer lo que quiera”, eso significa que la relación no es seria aún.
Así, damos por sentado que el compromiso nace a partir del momento en el que hay un deseo de exclusividad.
Sin embargo, dar por sentado que la exclusividad nos certifica el compromiso, no nos permite evaluar qué es lo que de verdad entendemos por compromiso.
Y nos podemos ver dentro de relaciones donde sí, hay exclusividad sexual y afectiva, pero no sentimos el compromiso de la otra persona.
Un compromiso que habla de presencia, acompañamiento y ganas de crecer y evolucionar para que ambas partes nos sintamos lo mejor posible.
El compromiso está en trabajarnos y comprometernos a deconstruir todas aquellas estructuras que nos vienen dadas para ofrecer algo más auténtico y alineado con lo que de verdad estamos buscando en la relación.
Al final la responsabilidad afectiva y la buena comunicación es algo que muchas parejas han tenido que trabajar activamente para conseguir, pues no es algo que hayamos aprendido desde nuestra infancia.
Y para mí el compromiso que yo considero vital es este. Acordar que puede haber o no exclusividad sexual o afectiva es tan solo un acuerdo más en nuestra relación. Nada más ni nada menos.
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