A la hora de afrontar nuevos retos en no-monogamia, sobre todo si la situación nueva es desconocida o no lo hemos experimentado antes, nos invade una sensación de terror.
Un terror que nos cuenta más acerca de todo lo que estamos imaginando que de lo que realmente va a suceder. Y es que… ¿cuántas veces en la vida lo que hemos imaginado ha sido mil veces peor que lo que realmente ha acabado sucediendo?
Nuestra mente nos juega muy malas pasadas, y lo peor es que, tratándose de no-monogamia, los miedos se ven mucho más incrementados por la sociedad y su forma de entender las relaciones.
Sobre todo al principio, cuando no hemos experimentado aún que nuestro vínculo viva experiencias con otras personas, la sensación puede llegar a ser abrumadora. Una sensación de alarma tan grande que nos bloquea y no permite que realmente nos lancemos a vivir la experiencia.
“No estoy preparad@”, nos decimos. Sin embargo, es justamente en la vivencia de la experiencia donde nos damos cuenta de que la mayor pesadilla la hemos vivido en bucle en nuestra mente durante días, semanas o incluso meses, mucho antes de que la situación supuestamente insostenible se llegara a dar.
La experiencia es un grado, y en los acompañamientos veo a diario como las personas hacemos saltos evolutivos increíbles cuando nos permitimos meternos en el barro. Siempre con acuerdos que nos permitan cuidarnos e ir poco a poco, pero a la vez, con actitud abierta a las experiencias que la vida nos pone delante.
¿Alguna vez has experimentado como la realidad era mucho más amable que tu mente? Comparte tu experiencia, te leo.
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